Durante una década, su marido se dedicó a drogarla con grandes cantidades de ansiolíticos para que hombres con los que contactaba por internet la violaran estando inconsciente. Es la historia de Gisèle Pelicot, quien se ha convertido en un ícono de la lucha contra la violencia sexual.
Con un valor y fortaleza de espíritu fuera de serie, Gisèle decidió que su juicio fuese público, renunció al anonimato que tenía por derecho con el fin de que los medios pudieran cubrir el caso, que ha generado un importante debate en la sociedad francesa y en el mundo. “Es hora de que la vergüenza cambie de bando”, manifestó su abogado al iniciar el juicio, y sí que lo es.
En México, de acuerdo con un estudio de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, “cada hora se denuncian un promedio de entre tres y cuatro casos de abuso sexual y/o violaciones, es decir, 90 casos al día. El país vive una epidemia de violencia sexual donde las mujeres y los menores de edad son las principales víctimas”. Es un número muy alto, pero lo realmente preocupante está en la palabra “se denuncian”. ¿Cuántos casos de abuso sexual no se denuncian? De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), en su edición de diciembre de 2020, se revela que entre julio y diciembre de 2020 el 98.6% de los casos de violencia sexual que sufrieron las mujeres mayores de 18 años no fueron denunciados o no se inició una investigación.
Una denuncia contra una agresión sexual o cualquier tipo de violencia no es una cuestión sencilla o agradable. Y no es sólo cuestión de las autoridades; tampoco es sencillo en denuncias internas en dependencias gubernamentales, empresas o instituciones académicas. Para muchos, la víctima es, de cierta forma, culpable de lo que le sucedió; ya sea por su actitud, forma de vestir, o el lugar donde se encontraba, etc.
La vergüenza debe cambiar de bando. En los últimos años, la denuncia se ha convertido en una herramienta poderosa dentro de la sociedad, ya sea en redes sociales o, mejor aún, ante los órganos especializados. Exponer las agresiones sexuales, injusticias, abusos laborales, conductas reprobables, corrupción, entre otros actos ilícitos o inapropiados, es el único camino para erradicarlos. Es necesario alzar la voz y que cada vez más personas lo hagan.
Gisèle Pelicot ha librado esta batalla con una entereza que impone respeto y admiración. Una gran lección en este 2024. No cualquiera tiene el valor de renunciar al anonimato, pero al hacerlo puso el foco no en ella, sino en los agresores. Empezando por Dominique, su exmarido, y las decenas de hombres que la violaron. Son ellos quienes deben sentirse avergonzados, no Gisèle. Es la persona que ejerce la violencia (independientemente de la forma que tome) quien debe sentirse avergonzada, no la víctima. A pesar de que haya quienes piensan que denunciar una agresión es estar “fuera de control”, la vergüenza debe cambiar de bando. Que se avergüence el agresor, jamás la víctima.
Buen domingo y gracias por leerme. Aprovecho para desearles a todos una Feliz Navidad rodeados de la gente que quieren y los sentimientos que importan.
Espero tu opinión dejando un comentario en el blog, o en mi cuenta de X @FernandaT
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